la Lucha No-Violenta

El Derecho a la Rebelion y la Lucha No-Violenta

Este Material es un aporte del economista Guillermo Sulling al esclarecimiento ideologico de los luchadores no-violentos.



Nota del autor

Este modesto y sencillo escrito no pretende ser un análisis profundo de la problemática de la marginación y la lucha no violenta. Para eso habrá que consultar a los especialistas.
Con este escrito se pretende plantear algunos conceptos, en el lenguaje más simple posible, para entendernos con su destinatario principal: las personas marginadas por esta sociedad y todos aquellos que se solidarizan con la lucha por los Derechos Humanos.
Debo aclarar también que en mi condición de Humanista considero que la violencia es repudiable en cualquier circunstancia y que la lucha no –violenta no necesita justificarse por la inutilidad de la lucha violenta; no obstante, si en algunos pasajes de este trabajo enfatizo en la inconveniencia del uso de la violencia es porque entiendo que muchas personas de buen corazón pueden caer en la trampa del sistema de llevar la lucha al terreno violento.
Hay mucho por discutir y mucho por transitar sobre cómo desarrollar la lucha para rebelarse contra los condicionamientos de una sociedad que margina cada vez a más gente.
Espero que este sencillo trabajo aporte su grano de arena.
Los conceptos vertidos aquí, excepto las cifras, forman parte de mi opinión personal y no deben interpretarse como la postura conjunta de una organización; no obstante creo que corresponde dejar claro ante el ocasional lector mi plena identificación con la filosofía y proyecto del Movimiento Humanista, en el cual participo activamente desde hace muchos años, y de cuya amplia bibliografía he extraído los siguientes conceptos que a continuación transcribo:

“Los Derechos Humanos no tienen la vigencia universal que sería deseable porque no dependen del poder universal del ser humano sino del poder de una parte sobre el todo y si los más elementales reclamos sobre el gobierno del propio cuerpo son pisoteados en todas las latitudes, sólo podemos hablar de aspiraciones que tendrán que convertirse en derechos. Los Derechos Humanos no pertenecen al pasado, están allí en el futuro succionando la intencionalidad, alimentando una lucha que se reaviva en cada nueva violación al destino del hombre. Por esto todo reclamo que se haga a favor de ellos tiene sentido porque muestra a los poderes actuales que no son omnipotentes y que no tienen controlado el futuro”. (Silo, “Humanizar la Tierra”, “El Paisaje Humano”).

“Hasta tanto el ser humano no realice plenamente una sociedad humana, es decir una sociedad en la que el poder esté en el todo social y no en una parte de él (sometiendo y objetivando al conjunto), la violencia será el signo bajo el cual se realice toda actividad social. Por ello, al hablar de violencia hay que mencionar al mundo instituido, y si a ese mundo se opone una lucha no violenta debe destacarse en primer lugar que una lucha no-violenta es tal porque no tolera la violencia. De manera que no es el caso de justificar un determinado tipo de lucha sino de definir las condiciones de violencia que impone ese sistema inhumano”. (Silo, “Humanizar la Tierra”, “El paisaje Humano”).


“Los humanistas no son violentos, pero por sobre todo no son cobardes ni temen enfrentar a la violencia porque su acción tiene sentido. Los humanistas conectan su vida personal, con la vida social. No plantean falsas antinomias y en ello radica su coherencia”. (Silo, “Cartas a mis Amigos”)
“El Nuevo Humanismo se esfuerza en minimizar la violencia hasta el límite extremo, superarla completamente en perspectiva y encaminar todos los métodos y formas de resolver oposiciones y conflictos sobre los rieles de la no-violencia creadora”. (Silo, “Diccionario del Nuevo Humanismo”)

*Introduccion*

La sociedad actual pareciera encontrarse en un callejón sin salida, mientras se van sucediendo los diferentes gobiernos democráticos elegidos por la gente, va aumentando la disconformidad de esa misma gente por sus gobiernos. La paradoja de una democracia formal, donde parece que elegimos entre opciones diversas pero donde finalmente siempre gobierna el mismo poder, nos llena de impotencia. Mientras tanto, millones de seres humanos son arrojados fuera del sistema, cayendo en el desempleo y la marginación social, sin que aparentemente se pueda hacer nada para cambiar el rumbo de las cosas.
 
Y mientras crece la impotencia en cada uno de esos seres humanos arrojados a su suerte, la respuesta del Estado es siempre la misma: No se puede solucionar el problema, la globalización es más fuerte, pero ya pasará. Parece ser que la impotencia tiñe a la sociedad toda. A veces la impotencia explota catárticamente en conflictos sociales aislados y desarticulados que no logran cambiar el rumbo de los acontecimientos. Mientras tanto el poder económico se sigue concentrando y los pueblos se siguen empobreciendo; la banca sigue succionando con tasas usureras y las multinacionales siguen devorando todo a su paso.
Y en una sociedad que nos enseñó que nuestros derechos terminan donde comienzan los derechos de los demás, empezamos a ver crecer y crecer los derechos de los que más tienen, mientras que los nuestros se van reduciendo drásticamente, al punto tal que ni siquiera se nos respetan los mínimos derechos humanos, como son el derecho al trabajo, a la vivienda, a la salud y a la educación. Y sin embargo, todo parece funcionar dentro de la legalidad y con las instituciones democráticas vigentes.Nos dan una palmada en el hombro y nos dicen que nuestros reclamos son genuinos, que hay que esperar y que ya los van a resolver; mientras vemos como se llenan los bolsillos los funcionarios y acumulan poder los bancos y las multinacionales.
 
Pero todo es legal, la pérdida de nuestros derechos es legal, y no se puede hacer nada, salvo esperar al próximo gobierno que seguramente hará lo mismo.
Algo no funciona, algo no nos han dicho cuando nos leyeron nuestros derechos mientras nos arrojaban al pozo de la marginación.
Lo que nos dijeron es que todo ser humano, viva en dictadura o viva en democracia, cuando es despojado del derecho al trabajo, del derecho a la salud, del derecho a la educación y a una vivienda digna, cuando se ha quedado sin ninguno de estos derechos, aún le queda el último derecho que no le podrán quitar.

*El derecho a la Rebelión.

Una rebelión sin violencia, una rebelión organizada y con inteligencia, una rebelión donde la fuerza está en el espíritu de los que luchan por una causa justa. Una rebelión que utilice las metodologías de lucha de la no-violencia activa para cambiar el rumbo de las cosas. Y cambiar el rumbo significa empezar a luchar contra el poder real, que es el poder económico.
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*La violacion de los derechos humanos en democracia*

Desde luego que son muchos los casos en los que en plena democracia se violan derechos fundamentales a través del encarcelamiento, la tortura y la muerte. Pero no nos referimos a esos derechos que se violan clandestinamente, ya que una democracia jamás aceptaría que semejante realidad se difunda porque sería incompatible con el sistema y su imagen pública. Hablaremos de aquellos otros derechos humanos que a pesar de formar parte de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, pocas veces son considerados como tales: el derecho a la salud, a la educación, al trabajo, a una vivienda digna. Estos derechos que continuamente son negados y violados con total desparpajo dentro del marco de la legalidad.
 
Si le preguntáramos a alguien si un gobierno elegido democráticamente, puede violar los derechos humanos, la respuesta inmediata sería que no, pero a veces esos límites no están tan claros, como no lo están los derechos.
Por ejemplo, si en un país donde existen odios raciales ganara las elecciones democráticas un partido que representa a una de las razas y en su plataforma propone reimplantar la esclavitud para la raza perdedora, es para todos evidente que semejante propuesta no puede ser legitimada por el simple hecho de tener el aval del voto mayoritario. Si el partido gobernante insistiera en convertir en ley la reinstauración de la esclavitud, dicha norma sería legal pero no sería legítima porque viola el derecho a la libertad de las personas, y en ese caso los ciudadanos que se ven perjudicados por dicha ley tienen todo el derecho a rebelarse contra su implementación.
Este ejemplo sobre la violación de un derecho humano que hoy nos resulta tan evidente, no resultaba tan evidente hace escasos dos siglos, para una humanidad que había considerado a la esclavitud como una institución legítima durante miles de años. Hoy la visión retrospectiva convierte en imprescindibles usos y costumbres que en otra época, no tan remota, eran lo dado, lo normal, lo aceptado.
¿Cuántas cosas que hoy aceptamos como lo normal, les resultarán incomprensibles a nuestros nietos?
¿Acaso la aceptación de que la convivencia entre la opulencia de unos pocos y la miseria de muchos es lo correcto porque así lo establecen las reglas del capitalismo?
¿Acaso la aceptación de la fatalidad de que haya niños que mueren por causas previsibles, mientras políticos faranduleros llenan las tapas de las revistas de moda?
¿Acaso la contradicción de una democracia formal mediante la cuál el pueblo elige para gobernar a quienes al minuto siguiente detesta?
¡Cuántas cosas que hoy nos pasan y que vemos como fatalidades algún día se verán como lo que son: violaciones de derechos disfrazadas de “usos y costumbres aceptados”!
Porque si hoy alguien golpeara en nuestra casa y nos comunicara que somos esclavos e intentara encadenarnos, seguramente nos rebelaríamos con todas nuestras fuerzas y recibiríamos la ayuda de nuestros vecinos y amigos ante semejante atentado; y si alguien nos pretendiera obligar a casarnos con quien no queremos o a votar por quien no deseamos, seguramente también nos rebelaríamos.
¿Por qué entonces no nos rebelamos cuando no se nos trabajar para mantener a nuestra familia, o cuando no tenemos una casa donde vivir o cuando estamos enfermos y no tenemos atención adecuada?
¿Por qué creemos que estamos pidiendo un favor cuando reclamamos por algunos de nuestros derechos humanos, y hasta creemos que estamos cometiendo un delito si reclamamos fuera de los cánones que nos impone una ley redactada por quienes violan nuestros derechos?
¿Será que nos falta esclarecimiento acerca de cuáles son nuestros derechos?
¿Será que lo que es aceptado por la mayoría nos hace sentir impotentes para reclamar lo que creemos genuino?
¿Será que no logramos establecer la relación que existe entre las acciones del poder establecido y nuestros sufrimientos sociales, y no sabemos quién es el culpable?
¿Será que no hay culpables, o que todos somos un poco responsables por acción u omisión?Tal vez una mezcla de todas estas cosas.
Pero, ¿cuál será el punto de inflexión, cuál será el momento en que lo aceptado y lo dado ya no se vea como tal, sino como la violencia de un derecho y entonces comience la rebelión?
Tal vez cuando haya una conciencia generalizada acerca de cuáles son nuestros derechos.
Tal vez cuando sepamos contra qué hay que luchar.
Tal vez cuando sepamos que la lucha tiene posibilidades de llegar a buen término.
Tal vez una mezcla de todas estas cosas, o tal vez simplemente cuando resolvamos que queremos vivir y en condiciones dignas.

La burocratización en la violación de los derechos humanos.

Si habitamos una casa y alguien nos despoja de ella, nos resultaría evidente que ese alguien está violando nuestro derecho. Si un gobierno estableciera por ley que determinado sector de la población no tiene derecho a comer, resultaría muy clara la violación de un derecho. Lo mismo ocurriría si nos despojaran por decreto del derecho a la salud o a la educación.
Sin embargo en este mundo complejo y globalizado, donde la toma de decisiones nace en círculos de poder que ya no tienen identidad ni asiento geográfico visible, y esas decisiones se transmiten por una maraña de circuitos por donde circula la presión económica, el poder político y el manejo de la opinión pública. En esa compleja interacción de factores muchas veces se violan nuestros derechos sin que sepamos muy bien de donde viene el latigazo ni quién es el responsable si es que lo hay, y entonces nos encontramos con que fuimos despojados del derecho a una vivienda digna, del derecho al trabajo, a la salud y a la educación, como quien es víctima de una inundación o un terremoto o algún otro flagelo de la naturaleza, fuera del control de la voluntad humana.
En la época del proceso militar argentino se puso en marcha un siniestro plan para la desaparición de personas; en muchos aspectos este plan era ejecutado por una infernal maquinaria en la que la toma de decisiones e implementación era burocratizada de modo tal que muchos participaban en ella sin sentir que cargaban con la culpa de estar asesinando a una persona porque sólo habían sido un eslabón en la cadena, procedimientos ya utilizados por la maquinaria nazi en el exterminio de judíos. Las culpas se diluyen entre muchos, y entonces nadie se siente (o trata de no sentirse) totalmente responsable.
En una de las famosas novelas de intriga policial de Agatha Christie, un grupo de personas se puso de acuerdo para asesinar a alguien a quien todos odiaban, pero ninguno quería cargar en su conciencia el peso de un homicidio; entonces decidieron darle un somnífero y cuando dormía en su camarote en plena oscuridad, todos alteraron sus relojes y en diferentes momentos le dieron una puñalada cada uno. De ese modo nunca nadie supo quien le había asestado la puñalada mortal ni quien había apuñalado a un cadáver, y todos se sintieron un poquito culpables, pero nadie en su totalidad.

 
Del mismo modo, el sistema económico y social es una maquinaria de destrucción burocratizada, en la que unos pocos ponen intensión de destruir y violar los derechos de las mayorías, mientras muchos intermediarios son ejecutores parciales. En este sistema individualista del sálvese quien pueda, cualquiera puede justificar su accionar para defender sus propios intereses, aunque con ese accionar perjudique a otro (algo así como la obediencia debida del proceso militar).
Hay quienes toman decisiones financieras en algún lugar del mundo, entonces aumentan las tasas de interés en otro lugar del mundo, entonces una empresa tiene problemas financieros, entonces debe despedir gente para poder subsistir, y mientras tanto un Estado desfinanciado, mitad por obra de los usureros, mitad por obra de los corruptos del gobierno, no tiene dinero para dar un subsidio al desempleado. Entonces el desempleado se explica su situación diciendo que como la economía anda mal él quedó desocupado y como el Estado no tiene recursos él quedó desprotegido, y no hay nadie que pueda hacer nada. Se vive la situación con impotencia y desconcierto, porque no se sabe bien como se origina ni quienes son y donde están los responsables.
Y este ejemplo es muy sencillo, porque en realidad los circuitos de la toma de decisiones son mucho más complejos. En definitiva, lo que intentamos decir es que al burocratizarse la metodología de violación de los derechos humanos, pasa lo siguiente:

· No caemos en cuenta que se están violando nuestros derechos.
· No tenemos claro quienes son los responsables de nuestra situación.
· No tenemos claro quién nos puede resolver los problemas.
· Sentimos que nuestro problema es nuestro, y no de la organización social, y por lo tanto lo debemos resolver aisladamente.

Estos conceptos son muy importantes, porque son el principio de la explicación del porqué mucha gente no se rebela frente a la creciente violación de sus derechos, y quienes intentan hacerlo no logran tener eficacia en su accionar. 

....Continuara  cada semana un capitulo.
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Un mundo mejor es posible

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