¿Qué Hacer? Una propuesta para la Paz y la No Violencia en Latinoamérica
Tomás Hirsch.
*Esta propuesta desarrollada por Tomás Hirsch y entregada al Presidente del Ecuador Sr. Rafel Correa, surge del Movimiento Humanista, en el momento en que la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia se acerca a su destino final, para llegar el 2 de Enero del 2010 a Punta de Vacas, al pie del monte Aconcagua, en la frontera entre Chile y Argentina.
PressenzaQuito, 19/12/09
El Movimiento Humanista fue fundado por Silo a fines de la década del 60, quien advirtió sobre el peligro de una violencia creciente en todos los ámbitos del quehacer humano y propuso la necesidad de una renovación espiritual y moral para avanzar hacia la humanización del Mundo. Humanizar la Tierra explicó Silo, es el proyecto en que pueden converger las diferentes culturas mientras se camina a la conformación de una civilización planetaria en la historia de la humanidad. El Movimiento Humanista se hizo cargo de esa dirección propuesta construyendo para ello organismos de acción social, política y cultural, mundialmente interconectados. Durante el año 2009 este Movimiento se ha dedicado a impulsar la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia, para crear conciencia sobre la necesidad del desarme nuclear mundial y un nuevo modo de enfrentar los conflictos a través del diálogo, la tolerancia y la no violencia activa.
Regionalización en Latinoamérica Latinoamérica avanza con dificultad hacia su regionalización, mientras todo el planeta se configura en regiones que tratan de competir entre sí. Las transformaciones mundiales van obligando a los estados nacionales a ceder parte de su soberanía para regionalizarse. La cuestión fundamental es qué dirección tomará este proceso mundial y continental.
Dentro de la creencia capitalista de competencia general en la que solo sobrevive el más fuerte, la tendencia mecánica de las naciones es regionalizarse para convertirse en una superpotencia, que les permita defenderse y dominar a las otras potencias regionales. En este contexto, las elites evalúan con qué fuerza y capacidad de control podrán contar. En el gobierno de Brasil algunos están preocupados de defender sus recursos estratégicos (agua y petróleo), apuntando a convertirse en una potencia nuclear. Estados Unidos está viendo que lo que era su patio trasero adquiere fortaleza económica, política y militar. Por ello instala bases militares en Colombia preparadas no para contrarrestar el narcotráfico, sino para mantener el control de la región. Chile aumenta el gasto en armas justificándolo en proteger su creciente distancia económica con sus países vecinos. Perú, con un discurso de reducción de armamentos, intenta crear una imagen internacional pacifista que no se corresponde con su propio gasto en armas. El gobierno de Venezuela se arma argumentando que está permanentemente amenazado por el imperialismo y el gobierno Colombiano lo azuza cuando puede, mientras también se arma. Un contraste auspicioso lo representa Ecuador que con el cierre de la base militar de Manta, da una fuerte señal hacia la integración latinoamericana. Si se a eso se suman los recientes cambios constitucionales favoreciendo el fortalecimiento de la no violencia, estamos en presencia de un ejemplo a seguir en la región. Merece también ser destacado el caso del pueblo de Bolivia, quienes incorporaron como mandato constitucional el rechazo de la guerra como forma de solución de conflictos. El punto central es que una carrera armamentista no augura un buen futuro para nadie. Es un retroceso social y moral que luego lleva décadas remontar.
Con preocupación constatamos las fuertes presiones a las que está sometido el presidente Obama de Estados Unidos. Tanto el envío de nuevas tropas a Afganistán, la demora en la retirada de Irak, la instalación de las bases militares en Colombia y su discurso al recibir el premio nobel de la Paz, explicando sobre el concepto de “guerra justa”, y relativizando el valor de la paz y la no violencia, nos alerta de que la tensión mundial seguirá en aumento con consecuencias impredecibles.
No es interesante la carrera armamentista, ni la carrera económica, ni el ejercicio de la violencia racial o étnica para ver qué nación dominará sobre las otras. Este tipo de regionalización aumentará la conflictividad social, agudizando la desestructuración y produciendo una fuerza centrífuga tal, que Latinoamérica se fragmentará y no logrará entrar adecuadamente en el proceso de mundialización. Por ello mismo, la defensa de los recursos naturales, estratégicos y energéticos es clave para que los países no sigan perdiendo soberanía y la región no entre en relaciones de dependencia económica, perdiendo toda identidad y poder de negociación. Es necesario dar dirección a la regionalización suramericana, comprendiendo y aceptando que el mundo avanza hacia la conformación de una civilización planetaria y que la regionalización es sólo un paso en este proceso en que la diversidad de culturas y civilizaciones deberá cooperar y converger para evitar el caos humano y ambiental general. Los pueblos de América deben hacerse fuertes en su necesidad de paz y de cooperación, en su aptitud para el diálogo, en la necesidad de lograr un esquema de progreso en que sea de todos y para todos, en comprender que esta región puede hacer un aporte en un modelo que evite las guerras, supere las distintas formas de violencia existentes (económica, política, religiosa, sexual, étnica y racial) y evite los enormes costos humanos y económicos que tuvo que soportar la regionalización europea. Cuidado especial debe merecer la relación con los pueblos originarios. No solo por ser una de nuestras más profundas raíces, sino porque son parte de la diversidad que da identidad, riqueza humana y futuro a nuestra región. Hay aquí una deuda social e histórica por saldar.
Las Fuerzas Armadas. En la época actual necesitamos ejércitos capaces de jugar un rol distinto y decisivo. Deberán generar la confianza entre los pueblos, ser protagonistas del desarme regional y contribuir a la seguridad y el bienestar de la población. Se van borrando las fronteras y la soberanía ya no se encuentra únicamente en los Estados-Nación. Pero esto no debiera mermar la soberanía de los pueblos. Se necesita un funcionamiento democrático real desde la base hasta la cima, desde la localidad, a la región interior, pasando por el estado nacional y llegando a la región. Las Fuerzas Armadas, a pesar de sus crisis diversas, de ciertas cúpulas corruptas y de su desprestigio por la época de las dictaduras militares, han mantenido de todas maneras una autonomía significativa respecto del poder formal y fáctico. Si bien el poder económico controla el poder político, no es tan claro que controle también el poder militar. La vieja tesis que dice “si quieres la paz prepárate para la guerra”, puede ser sostenida por un centro imperial como lo fue el Imperio Romano, pero está muy lejos de ser útil en la construcción de la Paz en la era del mundo global altamente tecnológico. Lo mismo sucede con la tesis de adquirir armamento disuasivo para evitar tentaciones de ataque de los países vecinos. Esta política hoy conduce a la destrucción total y a la autodestrucción del propio ejército. Los ejércitos saben cuál es el armamento de hoy, lo que cuesta comprarlo, mantenerlo y renovarlo. Saben lo que significan las armas de destrucción masiva y saben que están al alcance de cualquier grupo terrorista o narcotraficante que necesite aumentar su poder de fuego. No podemos confundir la carrera armamentista con las Fuerzas Armadas. La carrera armamentista corresponde a una estructura en que el poder económico busca el control de las Fuerzas Armadas a través de la corrupción de sus mandos y para su propio beneficio. Los intereses del complejo militar industrial avanzan a través de la desconfianza, de la cizaña, de la degradación y de la discriminación. Estamos hablando del antihumanismo en su expresión más baja. Al continuar aceleradamente concentrándose en la banca el poder económico, el escenario de los próximos años puede no ser tan auspicioso como lo pintan hoy ellos mismos, a través de los medios de difusión que están también bajo su control. Es muy probable que esa misma concentración genere un escenario social que ya se está insinuando en todas partes y es el de explosión social en el interior de los países. Esta explosión está tomando carácter de luchas étnicas, migraciones masivas, terrorismo, desbordes de las poblaciones apremiadas por sus necesidades básicas y violencia común generalizada. En este escenario caótico las Fuerzas Armadas tendrán que defender la legalidad vigente y tomar posición a favor de una democracia cada vez más real y directa que canalice la voluntad de cambio no violento de los pueblos. En las épocas de crisis que se avecinan, los Derechos Humanos se convierten en el referente fundamental para decidir los caminos a tomar. Ninguna legalidad puede estar por sobre los Derechos Humanos. Y si un poder se pone por sobre ellos, las Fuerzas Armadas deberán intervenir para restituir su imperio. Pero si ellas mismas los violentan, entonces ningún estamento puede reclamar “obediencia debida”, frente al asesinato, la tortura o cualquier otro atropello similar. Si ponemos a los Derechos Humanos como principio rector, las Fuerzas Armadas sabrán someterse al poder civil, o restablecer el sistema democrático cuando ese poder civil se vuelve ilegítimo. De lo contrario, esta institución caería en la categoría de una banda armada sin ningún tipo de relación con los poderes civiles. Las Fuerzas Armadas de los nuevos tiempos serán aquellas que luchan por el desarme proporcional y el bienestar social en el marco y el reconocimiento de los Derechos Humanos de cada nación de Suramérica. No serán más ejércitos imperialistas, colonialistas, chovinistas, golpistas, represivos o genocidas. Tampoco guardianes del gran capital. Más bien, desarrollarán una actitud humana que sea garantía de la voluntad popular hoy ya socavada por la dictadura del dinero bajo forma de lobby, terrorismo y narcotráfico.
Los políticos. Venezolanos, colombianos, ecuatorianos, argentinos, peruanos, chilenos…, ningún pueblo es superior al otro y todos tienen el mismo derecho a satisfacer adecuadamente sus necesidades. La unidad de los pueblos en la región exige la fuerza del sentimiento moral, la valoración de la vida humana y el reconocimiento de los derechos humanos de todos. Lo anterior será posible en la medida en que se encuentren estadistas de altura, espirituales, inteligentes y con visión de largo plazo. Esos que pueden experimentar que en el alma humana hay cosas mucho más importantes que el dinero, la fama y el poder. El momento de regionalización implica la pérdida de soberanía del estado nacional. El estado nacional está en una profunda crisis, ya que por una parte el poder económico le quita soberanía al privatizar todas sus riquezas y sus funciones y por otra el proceso mismo de la regionalización le resta soberanía en beneficio del poder regional que se está conformando. También la creciente demanda de descentralización va mermando el poder central de dicho Estado. Si los políticos no comprenden este proceso, no tendrán mucho que aportar en el nuevo momento. En cambio si comprenden que el enemigo no es el país vecino, no es el pueblo que emigra, sino el poder económico financiero multinacional que se ha concentrado; si comprenden la necesidad de más democracia; si comprenden la necesidad de abrir el espacio a cambios revolucionarios no violentos, para transformar el orden vigente causante de la explosión social que se avecina; entonces si estaremos en presencia de nuevos políticos aportando a una Regionalización que camina hacia una nación humana y universal. También para los políticos vale el acuerdo social de poner los Derechos Humanos por encima de cualquier legalidad vigente. La lucha por el derecho a la salud y la educación de calidad, hoy vulnerado por la privatización discriminadora, motivará cambios sustantivos, revolucionarios. Aquí es cuando hay que abrir el camino a la posibilidad de cambios por la metodología no violenta, para evitar desbordes que no ayudarán en nada al progreso que todos queremos y necesitamos.
Consideraciones para una regionalización en paz y sin violencia. Hoy la soberanía se encuentra dividida entre los poderes regionales, los Estados Nacionales y el poder económico financiero que, en última instancia, manda. Así quedó - una vez más - demostrado en esta última crisis económica, en la cual los Estados tuvieron que sucumbir ante las exigencias de los bancos, porque era el único modo de salvar el sistema. Interesante demostración para comprender que el único poder real actual es el del dinero. Es necesario corregir el rumbo economicista y armamentista de la regionalización. Pero desde dónde es posible hacerlo, si el temor y la desconfianza reinan en nuestros países. Desde dónde, si la acumulación de poder y dinero ha teñido todas las relaciones humanas. Es posible desde un acto humano, desde un gesto humano, desde el encuentro, desde el diálogo y desde una convicción personal, social y política basada en el principio moral “trata a los demás como quieres que te traten a ti”. Este nuevo espíritu de los pueblos deberá quedar reflejado en un Nuevo Acuerdo Social Sudamericano, que contemple primordialmente una nueva relación entre el Capital y el Trabajo, en condiciones equitativas para ambos factores de la producción.
Propuestas finales. Es el armamentismo el enemigo y no las Fuerzas Armadas. Es la concentración del dinero el enemigo y no los que emigran en busca de una mejor vida. El Sentido de construir una Región es poder hacer un aporte a la humanidad, haciendo que Sudamérica sea vanguardia de la futura Nación Humana Universal.
Nuestra propuesta es precisa:
a)Ratifiquemos el Tratado de Tlatelolco, para que todo país de esta región se comprometa a no utilizar la energía nuclear para la construcción de armas de destrucción masiva y ampliémoslo en dirección a la generación de una zona libre de guerras en nuestra región.
b)Reduzcamos el presupuesto bélico en el corto plazo, en vías al desarme progresivo y proporcional de toda la región.
c)Construyamos un tratado de soberanía regional, para garantizar la aplicación justa y universal de los derechos humanos y la recuperación y protección de los recursos ambientales, sin dejar de lado la soberanía alimentaria. Este nuevo tratado debe contemplar también un nuevo acuerdo entre el Capital y el Trabajo, generando condiciones equitativas para ambos factores de la producción.
d) Cerremos todas las bases extranjeras de la región, como ya se hizo en Ecuador
Estos pasos iniciaran un cambio de rumbo y cambiarán las condiciones del diálogo y la política regional actual.
Crear conciencia: la Marcha Mundial por la Paz y la No violencia.
El gran cambio no surgirá desde los discursos para la televisión, o las declaraciones formales, sino de la preocupación sincera porque en cada uno de nuestros Pueblos sean superadas las distintas formas de violencia. No más explotación del trabajador, ni discriminación de la mujer, ni desprecio y genocidio abierto o disimulado contra los pueblos originarios. No más etnocidio, ni ecocidio. No más fanatismo, ni indiferencia frente a las terribles condiciones de ignorancia, de enfermedad y de pobreza.
Es por ello que invitamos a todos al cierre de la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia en el Parque de Estudio y Reflexión Punta de Vacas, el día 2 de Enero de 2010. Esta gran Marcha que comenzó el 2 de Octubre en Wellington, Nueva Zelanda, y recorriendo más de 100 países, busca crear conciencia frente a la peligrosa situación mundial que atravesamos, marcada por la elevada probabilidad de conflicto nuclear, por el armamentismo y por la violenta ocupación militar de territorios. Este proyecto, que recorre los corazones del mundo, reviviendo la convicción de que un mundo sin violencia es necesario y posible, exige:
• El desarme nuclear a nivel mundial, • El retiro inmediato de las tropas invasoras de los territorios ocupados, • La reducción progresiva y proporcional del armamento convencional, • La firma de tratados de no agresión entre países y • La renuncia de los gobiernos a utilizar las guerras como medio para resolver conflictos.
La Marcha Mundial es un llamado a todas las personas a sumar su esfuerzo y tomar en sus manos la responsabilidad de cambiar nuestro mundo, superando su violencia personal, apoyando en su ámbito más próximo y hasta donde llegue su influencia.
El 2 de Enero estaremos reunidos miles en la alta cordillera de los Andes. Tal vez allí, en medio de las montañas, las rocas y el viento, un nuevo diálogo con uno mismo y por tanto, también con otros, sea posible. Invitamos a todos a sumarse e inspirarse para iniciar este cambio humano.
Tomás Hirsch, vive en Santiago de Chile, es vocero del Nuevo Humanismo en Latinoamérica y fue candidato a la presidencia de la república en su país en las últimas elecciones por el frente Juntos Podemos.
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