EL POLO: cinco años que anuncian larga vida
Jorge Gómez Gallego
Es relevante el arribo del POLO DEMOCRÁTICO ALTERNATIVO a su quinto aniversario, especialmente en momentos en los que, por enésima vez, le han decretado la muerte prematura. Y es que lo que se conmemora y celebra hoy no es de poca monta.
Si se analiza en detalle el espectro político colombiano, éste puede definirse como un abanico tan variopinto o multicolor como el arco iris, de la misma manera que puede describirse usando una muy pequeña gama, reductible únicamente a dos colores.
El segundo retrato resulta de una clasificación que separa las formaciones partidarias únicamente entre aquellas que propenden por el mantenimiento del régimen político, económico y social imperante y aquellas que buscan su transformación profunda. Es decir, entre lo que históricamente se ha conocido como la derecha y la izquierda; en tanto que el primero se obtiene mirando con un prisma que descomponga los dos colores básicos en toda la escala de tonos que integran cada uno de ellos.
Es claro que no solo existe blanco y negro, que hay grises y tonos intermedios, pero según el momento y las circunstancias, los diversos tonos se agrupan o se difuminan. Hace cinco años, la izquierda, se unificó en una sola organización, bajo un solo programa político y con el establecimiento de normas de funcionamiento democrático que se constituyen en herramienta insustituible para dirimir las diferencias.
Esa unidad se construyó luego de un largo y minucioso proceso de discusión programática y estatutaria entre el denominado Polo Democrático Independiente y Alternativa Democrática, que corrió paralelo con el último año del primer mandato de Álvaro Uribe, quien a su vez había logrado unir a toda la derecha, y ejercía la Presidencia de la República con un doble propósito; de un lado mantener y profundizar el poder de unas élites económicas adictas a la dominación imperialista y diestras en la mímica “democrática” y de otro perpetuar una forma burda y excluyente de ahondar esos paradigmas, en gran parte imitando al vaquero texano que ya empezaba su declive en Washington.
El “modelo” del aventurero paisa, tuvo en las huestes oligárquicas desprendimientos y adhesiones diversas en el camino, pero finalmente se agotó unos pocos meses después de que le hubiera pasado lo propio al de su mentor gringo y ésta oligarquía colombiana, incapaz de inventar siquiera una salida original para sus necesarios y periódicos recambios, decidió encarnar en Juan Manuel Santos la “obamamanía”. Con ese norte se ha iniciado un periodo de retoques y cambios cosméticos cuyo único propósito es superar los innumerables excesos uribistas que colocaban en riesgo la sostenibilidad de los pilares de la republiqueta oligárquica, y lo más preocupante para ellos, la estrategia de Washington en el área andina.
En la derecha hay un grupo que no se adaptó al cambio, que persiste en las prácticas que han desechado ya los centros de poder desde el Pentágono hasta Fedesarrollo, facción encabezada por el propio Uribe, y que se resiste al restablecimiento de los muy efectivos “pesos y contrapesos” del remedo de democracia que ha imperado en Colombia.
Algo similar, pero a la manera del efecto espejo, igual pero invertido, está sucediendo en la izquierda, en la que un sector ha creído que los cambios formales que viene impulsando la oligarquía, tienen carácter medular.
Esta criatura, con un escaso lustro de existencia, llamada POLO, a la que ya le han dado varias de las enfermedades propias de la primera infancia, que por fortuna en lugar de postrarlo, lo han inmunizado, se proyecta como un auténtico germen de la formación política que habrá de unir a la inmensa mayoría de la población para movilizarse en pos de la soberanía nacional y la auténtica democracia, porque ha superado dos durísimas pruebas de fuego.
En primer lugar no se arredró cuando el “furibismo” montó una empresa criminal, financiada con recursos del estado para dividirlo, desprestigiarlo, estigmatizarlo y acabarlo. Y tampoco se ha dejado seducir por los cantos de sirena del “santo-uribismo” que lo quiere dividir, desprestigiar, estigmatizar y acabar con otros métodos, en apariencia más sofisticados. Incluyendo el fortalecimiento de quintacolumnistas.
Quienes desde la derecha no han entendido los cambios santistas, determinados por los grandes centros de poder como ajustes necesarios para mantener el “statu quo”, tienen sus pares en la izquierda en aquellos que los consideran un importante paso en el sentido contrario.
Para el POLO el inicio ha sido lleno de obstáculos. Sin lugar a dudas es un presagio de larga y fructífera vida.
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