martes, 16 de noviembre de 2010

"Noviolencia: Activismo político-espiritual"




"Noviolencia: Activismo político-espiritual"

De Escuela de  la No Violencia.

“(…) Al poder económico no le duele la pedrada que le pegan a un gendarme, y al pueblo sí le duele la bala que el gendarme devuelve. Al poder económico no le duele una comisaría incendiada, y al pueblo sí le duelen sus militantes encarcelados y torturados. Lo que al poder económico le duele es perder dinero, perder el poder político de sus secuaces nacionales; le duele que lo desenmascaren y que la gente se deshipnotice; le duele que la gente se organice y haga crecer una opción”.

Guillermo Sullings 

“El derecho a la rebelión y la lucha noviolenta”

Para dialogar sobre Noviolencia se necesita de un piso. Claro, de un piso conceptual, semántico y de apertura mental, pues el concepto está en construcción permanente y, desde luego, no hemos desentrañado todas sus aristas y significancias.
Existen muchas formas de producir cambios sociales y personales. Diversas escuelas de pensamiento han aportado su conocimiento para que los seres humanos desarrollen una vida más plena y libre. Desde ese punto de vista, la Noviolencia es una visión amplia que no impone recetas para la felicidad ni un dogma metodológico de transformación, aunque efectivamente genera experiencias concretas de crecimiento.
No cometeremos el error, por consiguiente, de desdeñar otras alternativas de lucha política, como podrían ser la vía armada o las revoluciones violentas. Quien quiera utilizar estas formas está en todo su derecho, si es que aquello le hace sentido y no traiciona sus valores más esenciales. Aclaramos que preferimos ver volar piedras que combatan por nuestros derechos fundamentales, que la indignante indiferencia de los cómodos, aunque comprendemos que eso, en nuestro contexto sociopolítico, es absolutamente ineficiente y hasta inofensivo para el “sistema”.
Y bueno, ¿qué es sistema para nosotros? Vale la pena aclararlo si hablamos de cambio. No es sólo la máquina económica que subyuga y adormece, no son únicamente los poderes fácticos que administran la sociedad, no es el Estado, ni la religión de turno, ni los medios de comunicación que trabajan en comunión con el status quo. Es, en pocas palabras, el conjunto de ideas y creencias que modela nuestras cabezas y que nos hace actuar en consecuencia. Y eso va más allá de las relaciones productivas, del sistema de gobierno o de la justicia que se imparta en determinada época. Hablamos de un sistema que está arraigado en la psique humana, que direcciona la mente hacia un punto involuntario, no elegido. En suma, es un concepto atemporal, porque en cualquier circunstancia histórica está en la médula de lo que crees la clave de lo que haces.
 
Recién allí entra en juego la Noviolencia. Entendemos el vínculo dominador-dominado, sin embargo, es inconveniente partir de tal análisis para asimilar nuestra propuesta. No es en la posición de explotado o desprotegido desde donde comenzaré a transformar mi realidad, si no en la profunda comprensión de mi estado interno y la dirección de mis actos posteriores.
Entiendes la Noviolencia cuando aprehendes como funciona la violencia en tu propia conciencia, y como ella deriva en un problema social, sin solución hasta el momento.
Pero no nos desviemos. El fenómeno existe y tiene una fuerte connotación mental. Habrá tiempo para explicar que entendemos nosotros por violencia. El tema que nos convoca ahora es la Noviolencia.
El término se hizo visible mundialmente con las batallas que libró Mohandas K. Gandhi contra el colonialismo inglés, a través de campañas de no cooperación y desobediencia civil que finalizaron con la independencia de la India. Él movilizó grandes masas de personas en contra de la corona británica e impulsó una resistencia nunca antes vista que acabó con un imperialismo descarnado, estableciendo un referente ineludible para quienes trabajamos el concepto.
El líder indio rescató bases éticas del jainismo, hinduismo y budismo, acuñando premisas fundamentales como el vocablo “Ahimsa” (en sánscrito Noviolencia, respeto a la vida) y “Satyagraha” (lucha o esfuerzo por la verdad).
Gandhi es heredero de la acción de Henry David Thoreau[1], estadounidense que fue a parar a la cárcel por negarse a pagar impuestos que financiaban guerras en su país, y de León Tolstoi, notable novelista ruso y teórico de los ideales de paz y noviolencia.
Con el objetivo de avanzar en la exposición, usaremos una definición de Aldo Capitini [2]que no busca quitar potencia a otras explicaciones, sino que delimitar la utilización del concepto para fines prácticos.
“Noviolencia no es sólo un conjunto de técnicas y procedimientos en los que se renuncia al uso de las armas y de la violencia, sino que es sobre todo un programa constructivo y abierto de tipo ético-político, social y económico de emancipación y justicia (es decir, una forma de cambio social) en el que se pretende, al máximo de lo posible, reducir el sufrimiento humano”.
Bajo esta mirada -la de minimizar el sufrimiento humano- es que la lucha política noviolenta se convierte en la más eficaz arma de combate, pues no busca implantar un modelo por sobre otro, no quiere la victoria a cualquier precio, no entiende el éxito como la mera ascensión al poder, -es más, lo desprecia-, ni advierte que el “fin justifica los medios”. La Noviolencia pone su empeño en lograr una completa comunión entre sus cursos y fines, en un planteamiento coherente que valore el proceso de conquista social y trace un camino de verdadera liberación para el ser humano.
Como lo indica Mario López Martínez[3], “es la acción, el deber y el convencimiento por la justicia dentro del respeto total de las personas y la vida de los adversarios, renunciando al uso de todo tipo de violencia para conseguir esos objetivos”.
Una persona que aspira a la Noviolencia no tiene, literalmente, enemigos. No ve en la fuerza policial, ejército, Estado o en cualquier sujeto a un potencial enemigo. Desecha el odio y el resentimiento porque comprende que aquellos que se movilizan “tomados” por esas sensaciones no han elegido nada en realidad, por ende, trabaja concienzudamente en persuadir y desencadenar una batalla directa a la conciencia que ayude a entender esos fenómenos y actúe independiente a las reacciones ajenas.
Ahora bien, los noviolentos no somos ingenuos. El término no es, ni rozando, sinónimo de pacifismo. Quienes incurren en este error de conceptos minimizan la efectividad de esta metodología, y contribuyen a desandar un largo proceso de lucha política. Nuestra propuesta entiende la premisa como una postura eminentemente activa, tanto en su dimensión individual como social. En resumen, consiste en denunciar y enfrentar a cara descubierta las injusticias y los diferentes hechos de violencia que provoca este sistema maquiavélico.
Quien adhiera al concepto tendrá que iniciar un camino de renovación interna, ya que los métodos de intervención que se pregonan afectan los valores y los comportamientos individuales. Seguro las familias, la religión, la sociedad e incluso personas que validan otras maneras de lucha social degradarán al que pelee de esta forma, sin embargo, eso siempre ocurre con los que proponen concordancia entre el pensamiento, el corazón y la acción. Citando a Sartre, el hombre nace libre, responsable y sin excusas, de ahí que dejemos el miedo atrás y nos hagamos cargo de la situación histórica en la que nos tocó nacer, sin llorar y con pleno conocimiento de las consecuencias que trae estar rebosantes de convicción.
Clotario Blest ilustra nuestro sentir con precisión. “Qué nos puede importar que venga más o menos gente? Nosotros sabemos lo que queremos y no tenemos apuro en llegar… Este es el siglo del becerro de oro, pero con patas de excremento. El hombre no tardará en comprender la imprescindible necesidad de paz. El movimiento de la no violencia activa en nuestro país tiene muchas más posibilidades de éxito que el sectarismo político o la lucha violenta de facciones armadas”.
Debemos sacudir la asociación del concepto violencia con el de revolución, experimentar con otras variables, abrir la mente a nuevas perspectivas, reescribir la historia. La marcha tradicional y las barricadas fueron importantes, pero quizás llegó la hora de dar cabida a la creatividad y la imaginación.
Para finalizar, me gustaría adelantarme a una crítica que siempre nos achacan. ¿Dónde ha funcionado lo que proponen? Aparte del ya citado acto de Mahatma Gandhi, probablemente el ejemplo de desobediencia civil noviolenta más hermoso que haya vivido la humanidad, la Noviolencia más intencionada, ideológica y doctrinal se ha impuesto en diversos movimientos de reivindicación de derechos civiles, en batallas contra la dominación colonial e imperialista y, por supuesto, en diferentes oposiciones contra regímenes totalitarios o dictatoriales, como en nuestro pasado nacional más reciente, con el Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo denunciando en la cara de Pinochet las violaciones a los derechos humanos entre 1983 y 1989.
Referencias frescas de una lucha que busca transformar lo social desde lo más sagrado del espíritu humano.


[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Henry_David_Thoreau
[2] http://www.aldocapitini.it/englishversion/capitinisbiography.htm
[3] Doctor en Historia. Profesor de Historia Contemporánea en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Director del Instituto de Paz y Conflictos de la Universidad de Granada, España.
[4] http://www.clotarioblest.org/sn_display1.php?row_ID=22
* Artículo escrito para Anarkia.cl y revista “El Puente”.

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